Apago la vela imaginando que con ella apago mi
mente.
Ufs. Ojalá fuera tan fácil silenciar las voces
de nuestra cabeza. Sí, esas que no nos hacen nada bien. Después pienso que
callarlas es engañarme, ocultar algo de mí y algo de la realidad que no para de
hacerme luces de colores para intervenirme. Sí, luces de colores, ya te ví. Y
hace rato que el verte no saca nada bueno de mí y ni te cuento cuando se me da
por oírte. Qué manía de mierda la mía de querer ver todo.
De ver hasta lo innecesario. Lo irrelevante.
Pero lo ves.
O lo veo. *basta de hablar en tercera persona*
y se vuelve tan importe como para ponerme a escribir y derrochar mis pobres
cuatro horas de sueño para volver a la rutina.
Lo veo. Lo siento y.. es energía. Ahí es donde
me sale por la culata, ojalá nuestra energía diera el mismo resultado que yo
veo en ellos. Pero nosotros no conectamos. No fluimos.
Yo. Siempre la misma situación: dándo fuego a
quien nunca le intereso ser mecha.