29.12.14

Un matete en un inconciente que desea volverse conciente

Ella lo miraba y sentía como la mirada de él, le estaba hablando, a gritos desesperados, intentando transmitir lo que las palabras, cobardes, no se animaban a decir. Y eso estaba bien, hay veces que no estámos preparados para escuchar lo que las palabras tienen para decirnos. Pero lo reprimido, lo guardado, pide salir y liberarlo se vuelve una necesidad. Más bien una obligación para poder seguir el camino. Ellos sin hablarse lo entendieron y dejaron a sus miradas actuar por ellos.

 Pero el deseo se vuelve fuerte y va haciendose lugar en las entrañas, de a poco, a paso lento. De pronto, te ves inundado de él y ya no sos conciente de tus movimientos, ni de como responde tu cuerpo, es el lenguague del deseo el que toma el control y habla por uno. De repente tus manos vuelan por él cuerpo de él, tus dedos se enredan en su pelo, y tu boca jadea, y tu respiración se acelara y los cuerpos se bambolean a un ritmo y a un compás propio, no conciente. Y de pronto, no sabés como llegaste a ese punto, pero sólo sabes que no queres parar, queres más. Eso es el deseo.
La caricia en la pierna, se convirtió en una unión de manos, para después dar lugar a dos cuerpos acurrucados. Caricias. Besos en la oreja. Y sólo podes pensar en besarlo. Y lo haces, girás tu cabeza,  y lo besas, con auténtica pasión y devosión. Desesperación. Y todo se vuelve fuego y calor.
Te alza, el destino es el colchón, d+onde terminan fundiendo sus almas, entre caricias, besos, palabras y jadeos.
Y pensar hoy, está de más. Sólo hay lugar para el sentir.

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