Acá sí me sale la Ñ, a diferencia del wattshapp. Acá si me explayo, todo lo que ahí me reservo.
Los finales mentales siempre son mejores, sí, seguro que ya lo sabían, no descubrí nada nuevo para ustedes. Bueno, creo para mí tampoco. Los finales mentales son siempre con los que me quedo, los otros los hago a un lado, los tapo con todos los imaginados por mí. Esos no me lastiman tanto como los verdaderos. De tanto invocarlos, hasta saben a realidad.
Acá vengo a destruirlos, uno a uno, de a poquito. Vengo a desarmarlos, paso a paso, letra a letra, palarabas por palabra. Por que no vas a estar a la salida de la facultad esperando con la birra, como prometiste, tampoco vas a caer hoy de sorpresa a mi casa (pese a qué sepas dónde es) para remendar lo último, no vas a venir a visitarme para traerme flores, tampoco voy a ir a la fiesta en la que estás, ni vas a venir a buscarme, no vas a venir abrazarme a modo de consuelo, ni vas a decir lo que yo quiero escuchar de vos, no vas acompañarme sin razón hacia el subte B A H C D y los que sean sólo para probar si tardo menos en llegar a Constitución, no te vas a tatuar la fecha de ayer, ni yo me voy a tatuar tu cara, no vamos a ir a ver juntos Fuerza Bruta, ni el Bodegón o Chichilo se concretarán.
Siempre cinco para el peso. Siempre con los sí dudosos. Siempre promesas. Siempre palabras.
No es el momento. No es tu momento, ni el mío, ni el nuestro.
La diferencia radica en que vos te vas a fuar una tuca y vas a estar como nuevo, a lo sumo llorarás toda la hora que te queda por delante en la próxima sesión con tu psicologa, pero no justamente por mí, sino por ella. Y es lo justo, lo razonable, lo obvio. Lo que estuvo ahí, lo que supe ver pero no procesar, lo dejé ahí, conciente de su existencia, pero sin tocarlo.
Pero vieron como es, uno no quiere tocar el tema, y el tema viene y lo toca a uno, así sin previo aviso, ni mensajito, ni llamadita, de prepo, a los trompazos limpios.
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