Te despediste.
Te imaginé acercando el banquito negro o gris hacia tu extensa y cómoda cama de dos plazas, apoyándo tu reloj despertador y preséntandomelo.-"ésto es lo que uso para despertarme"-. Te visualicé presionando su botón hasta llegar al número siete. Después, sacándote la remera -negra-, a continuacion el jean -azul claro- para después acomodarte en la cama y por fin dormir.
Tus párpados cerrados, tu boca perfecta, tu seño relajado, tu niño interior apropiandose del joven de veintisiete. Te ví ahí, tan nitido, tan real. Juro que hasta me sentí capaz de rozarte y sentirte en mi tacto. Y me ví ahí, siendo testigo de tu ritual al acostarte y comprendí que siempre lo supe, lo nuestro siempre estuvo destinado al estanque. Infinito. Nació trabado y así permanecerá..
No, no morirá, simplemente quedará estancado en un tiempo olvidado e impenetrable. Justo ahí, en medio de eso quedaran los restos de lo que deseamos pero no llegamos a ser. Nos encontraremos en nuestros recuerdos, atemporales, borrosos, livianos..
Lo último de mí hacia a vos.
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